Create your own banner at mybannermaker.com!

jueves, 10 de enero de 2013



Holaaaaaaap!! Me llamo Fany :)

Este es mi primer blog, al que aún no sé exactamente qué le iré añadiendo cada día, pero espero actualizar todos o casi todos los días. 

No prometo escribir únicamente relatos,pero ya lo iréis viendo poco a poco.

Espero que os guste!!

Y...
DEJAD COMENTARIOS!! ( Es de las pocas cosas gratis que nos quedan! ;)  )


A los ojos de todos era un hombre fuerte, hecho a sí mismo con sus ideas e ideales. Lo que pocas personas conocían de él era su capacidad de amar. Aparentaba tal frialdad que casi nadie creía que supiera siquiera el significado de ese término.
Era esclavo de la rutina desde hacía unos once años: cada día se levantaba a las siete de la mañana, se lavaba la cara, se recortaba la barba metódicamente y se dirigía a la cocina para desayunar, habitualmente, café sólo con dos tostadas. Al terminar, lavaba la loza y se ocupaba de jugar con su perro Aquerón, de diez años, un par de horas y darle de comer.

Aquel animal había sido su única compañía en los años que precedían y a su parecer era el único ser al que debía respeto, admiración y lealtad ya que a nadie más le había mostrado su verdadera forma de ser. 
Su naturalidad residía en decir las cosas tal y como le venían, parándose luego a reflexionar si había estado bien o no,pero pocas veces se había arrepentido de sus palabras a lo largo de su vida. Por ese motivo se ganó la enemistad de las gentes del pueblo,quienes no entendían su manera de pensar y entender las cosas.

Como cada jueves, se subió en su camioneta en dirección al pueblo para su compra semanal. No era algo que realmente le apeteciese, ya que todos lo miraban de forma inquisitiva.
Alguien le había puesto un mote años atrás: el ermitaño, debido a que en varias ocasiones no se le había visto durante largos periodos de tiempo por el pueblo.

Aquella tarde, a pesar de su seriedad, estaba contento. Era el cumpleaños de Aquerón y decidió que le buscaría un regalo,por lo que optó por ir a la carnicería a por un buen hueso que roer.
Además del hueso, compró carne picada para hacerle una tarta y en un puesto cercano compró un poco de verdura para la semana y pescado.

Cuando creyó que tenía todo lo que necesitaba se dirigió a su furgoneta para volver a casa. El trayecto apenas duraba diez minutos por lo que iba conduciendo tranquilo,pensando en lo contento que se pondría su fiel amigo por la sorpresa.

Al llegar,colocó todo en la cocina antes de que Aquerón entrase corriendo para saludarlo y así fue, aún no había terminado de colocar las bolsas cuando apareció el can excitado seguramente por el olor a carne fresca.

Durante la tarde, el perro dio buena cuenta de la tarta de más de dos kilos de carne que su dueño le había preparado mientras él, sentado en un butacón al fondo de la sala recordaba momentos de antaño. Aquella tarde recordó a su esposa, recordó también a sus dos pequeños de seis y ocho años, recordó su casa engalanada en las navidades, y con aquel toque femenino que su mujer le daba. Y con cada recuerdo se le escapaba una lágrima. 

Aquel día, volvía a casa con una sorpresa para sus pequeños:un cachorro de apenas unas semanas que había encontrado al salir del trabajo.Mientras iba en el coche creyó que Aquerón sería el nombre perfecto para esa pequeña criatura ya que denotaba fuerza, como la que el can tenía por haber luchado por vivir. Se había retrasado un poco yendo a un veterinario cercano a su trabajo que le verificase que el cachorrillo estaba bien y le diese unas nociones básicas de como cuidar un perro.

Tal vez por ese motivo no pudo despedirlos.

Al llegar al que era su hogar un olor a gas inundó sus fosas nasales. Abrió todas las ventanas suplicando que nadie estuviera en casa. Pero ningún Dios oyó sus súplicas porque allí estaban: sus hijos,inmóviles, como si estuvieran aún en un plácido sueño, estaban acostados cada uno en su cama. Ninguno reaccionó. Ninguno pudo ver las lágrimas de su padre empapándoles sus ya blanquecinas mejillas.

Gritó llamando a su mujer. Gritó su nombre expulsando hasta la última bocanada de aire que sus pulmones podían contener. Hasta que al fin la vio en la que había sido su cama los últimos diez años. Inerte.

Entonces Aquerón lo despertó de su ensoñación dándole lametones en la cara, tal vez agradeciéndole la tarta o rogándole un trozo más.
Y a pesar de los tristes recuerdos, sonrió: aquel cachorrillo que se acercaba a la ancianidad había sido su único motivo para vivir desde aquel triste día.

4 comentarios: